En el día que la Iglesia recuerda la fiesta de
la Presentación del Señor y celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada,
Francisco agradeció a Dios por tantas personas consagradas a Él que con su
ejemplo y trabajo ayudan a toda la sociedad, y recordó que sería impensable una
Iglesia sin tantos miles de monjas que ayudan en hospitales, colegios,
misiones, etc. Pidió también por los jóvenes que Dios llama a consagrarse a Él
y a los hermanos, y recordó que los religiosos y religiosas dan testimonio de
la bondad de Dios.
El Papa confirmó que "el 2015 será
dedicado en modo especial a la vida consagrada.
Asimismo, rezó por "nuevas vocaciones entre
los jóvenes, que respondan sí al Señor que los llama a consagrarse totalmente a
Él para un servicio desinteresado a los hermanos".
"Las personas consagradas -observó el
Pontífice- son signo de Dios en los diversos ambientes de la vida, son levadura
para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, profecía de compartir
con los pequeños y los pobres".
Así entendida y vivida "la vida consagrada
nos aparece como es realmente: un don de Dios. Un don de Dios a la Iglesia, un
don de Dios a su pueblo", agregó improvisando.

"Toda persona consagrada -prosiguió- es un
don para el pueblo de Dios en camino. Hay tanta necesidad de estas presencias
que refuerzan y renuevan el compromiso de la difusión del Evangelio, de la
educación cristiana, de la caridad hacia los más necesitados, de la oración
contemplativa, el compromiso de la formación humana y espiritual de los
jóvenes, de las familias, el compromiso para la justicia y la paz en la familia
humana".
Este ofrecimiento de sí mismos a Dios se
refiere a todos los cristianos, porque todos hemos sido consagrados a Él mediante
el bautismo. Todos hemos sido llamados a ofrecernos al Padre con Jesús y como
Jesús, hacer de nuestra vida un don generoso en la familia, en el trabajo, en
el servicio de la Iglesia, en las obras de misericordia.
Sin embargo tal consagración es vivida de una
manera particular por los religiosos, monjes, laicos consagrados, que tras
profesar los votos pertenecen a Dios de manera plena y exclusiva.
Esta pertenencia al Señor permite a quienes la
viven de manera auténtica, ofrecer un testimonio especial del evangelio del
reino de Dios. Totalmente consagrados a Dios se encuentran enteramente
entregados a los hermanos, para llevar la luz de Cristo allí donde las
tinieblas son más densas y para difundir la esperanza en los corazones que
perdieron la confianza.
Las personas consagradas son el signo de Dios en
los diversos ambientes de la vida, son la levadura para el crecimiento de una
sociedad más justa y fraterna, profecía de compartir con los pequeños y los
pobres. Así entendida y vivida, la vida consagrada nos aparece realmente como
és: ¡un don de Dios!